第二共和期间进步壬对Catolica的迫 害
1931年出现的这个第二共和,选择用最激进、严苛的态度对待在当时仍然具有巨大影响力的Catolica,进步壬炮制反对Catolica的decreto,号召斧头帮上街打砸Iglesia和Convento,不仅激起许多原来并不关心郑智的西班牙人公愤,也让其成为当时欧洲的公敌。
进步壬在谈到【伟大、光辉、国际】的第二共和板鸭个辰光,往往着重于讴歌其在平泉、教育、土地改革等方面的“巨大成就”,而对其在Religion上的所作所为,往往轻描淡写的一笔带过,至多会用欣赏、肯定的语气提到这些进步壬允诺了符合当下多元价值观的“信阳liberacion"。
然而,在1931你那共和成立伊始,无论是当事人还是西班牙民众,在如何对待Iglesia Catolica时,显然侪予以了远超其他话题的重视程度。而1931年12月,由进步壬强行通过的Constitución,更是将对Catolica的打压,排挤和限制放到了自家决策个中心位置。
此种做法,自然是出于李伯儒/罗霍一以贯之,拿信阳搭王室、传统绑定进行斗臭个套路,在19世纪个欧洲进步叙事当中,屡见不鲜。然而同已经工业化,拥有蛮多自家簇拥个西欧弗一样,当时还是农业国家个西班牙,多数居住在乡村个农民,无论是自家个世界观还是现实中个互帮互助,基本侪离弗开Catolica个抚慰同帮助。而已经城市化个蛮多中产,也仍然对Catolica有强大个惯性感情,更弗用讲那些拿Dios,Patria y Rey当口头禅个传统派搭军人哉。
进步壬一上来就挑起伊拉个神经,对之后自家个形象搭亲和力,毫无疑问是大打折扣。后来弗朗哥同Iglesia Catolica关系个能紧密,除脱伊自家个虔诚之外,也有借力打力,团结战线个因素在内,而维护教会,也成为内_期间,反军对抗Rojo辰光个主要号召力所在。
这两天看Vanguardia高头有一篇对此个分析,在此贴一下,已备遗忘:
Ni la reforma militar, ni el reconocimiento autonómico, ni el sufragio femenino, ni siquiera la posterior reforma agraria. El debate de levantó más pasiones y acabaría teniendo más consecuencias tras la proclamación de la República en 1931 fue lo que se vino en llamar la cuestión religiosa. La conversión de España en un estado laico era una premisa compartida por buena parte de las fuerzas republicanas representadas en las Cortes Constituyentes. Sin embargo, su definición legal y, especialmente, su puesta en práctica levantó un airado debate que acabó polarizando la política española más allá de las ideologías.
Manuel Azaña, a la sazón representante de una fuerza minoritaria como Acción Republicana, con 21 diputados, fue quien llevó el peso de la ponencia sobre el este asunto y quien defendió en el Congreso el 14 de octubre de 1931, en una histórica alocución que ofrecemos extractada, las bases de la nueva aconfesionalidad del Estado. “España ha dejado de ser católica”, llegó a pronunciar el diputado, asociando la religión al Antiguo Régimen que se daba por superado, también en su dimensión religiosa.
En su artículo 3.º, la nueva Constitución de la República señaló que “el Estado español no tiene religión oficial”, y en el 26.º, que “todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una ley especial”. El 27.º, por otra parte, garantizaba la libertad de culto asegurando que “la libertad de conciencia y el derecho a practicar y profesar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública”. Lógicamente, el régimen acababa con el concordato que España mantenía con la Santa Sede desde hacía 80 años.
En un principio, el artículo 26.º llegaba a establecer la disolución de todas las congregaciones religiosas y la nacionalización de sus bienes, aunque los sectores moderados que apoyaban la nueva constitución y el primer gobierno progresista amenazaron con retirar su apoyo y dejar a la formación de Azaña en manos de las fuerzas de izquierda. Finalmente el consenso pasó por la disolución de la única congregación que no obedecía en sus votos a la autoridad del Estado: la de los jesuitas.
En cuanto a otro elemento de fuerte arraigo, como la educación en instituciones religiosas, la Constitución de la República fijó en su artículo 48.º que “el servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada”.
La reforma se aprobó con 178 votos a favor y 59 en contra, aunque provocó una grave crisis social, con quema de iglesias y conventos, y política, con la dimisión de Niceto Alcalá-Zamora como presidente del Gobierno provisional, un cargo que pasó a ocupar el propio Azaña para garantizar ese equilibrio de fuerzas que había permitido llevar adelante el texto constitucional.
Aprobada la Constitución el 9 de diciembre, el Gobierno inició el desarrollo de decretos y leyes que debía hacer efectiva la laicidad del Estado secularizando los cementerios, desde entonces municipales; haciendo lo propio con el matrimonio y desarrollando una ley del Divorcio; declarando pública la educación y promoviendo la construcción de colegios nacionales para acoger a los escolares de las escuelas religiosas y aprobando la controvertida ley de Congregaciones.
La reacción de la Iglesia fue inmediata. En España, el cardenal catalán Isidro Gomá lideró una firme oposición al régimen que tuvo su punto de inflexión con el apoyo explícito a la rebelión militar de 1936, y en Roma el Papa Pío XI dictó la encíclica Dilectisima Nobis, en la que condenaba el anticlericalismo de la República Española. Porque pese a conseguir un amplio respaldo parlamentario, la cuestión religiosa acabó marcando el devenir del nuevo régimen.
El discurso
“Con la realidad española, que es materia de legislación, ocurre algo semejante a lo que pasa con el lenguaje: el idioma es antes que la gramática y la filología, y los españoles nunca nos hemos quedado mudos a lo largo de nuestra historia, esperando a que vengan a decirnos cuál sea el modo correcto de hablar o cuál es nuestro genio idiomático. Tal sucede con la legislación, en la cual se va plasmando, incorporando, una rica pulpa vital que de continuo se renueva.
”Pero la legislación, señores diputados, no se hace sólo a impulso de la necesidad y de la voluntad; no es tampoco una obra espontánea; las leyes se hacen teniendo también en presencia y con respeto de principios generales admitidos por la ciencia o consagrados por la tradición jurídica, que en sus más altas concepciones se remonta a lo filosófico y lo metafísico.
”Ahora bien: puede suceder, de hecho sucede, ahora mismo está sucediendo, y eso es lo que nos apasiona, que principios tenidos por invulnerables, inspiraciones vigentes durante siglos, a lo mejor se esquilman, se marchitan, se quedan vacíos, se angostan, hasta el punto de que la realidad viviente los hace estallar y los destruye.
”La expulsión de la dinastía y la restauración de las libertades públicas, ha resuelto un problema específico de importancia capital, pero no ha hecho más que plantear y enunciar aquellos otros problemas que han de transformar el Estado y la sociedad españoles hasta la raíz.
”Estos problemas, a mi corto entender, son principalmente tres: el problema de las autonomías locales, el problema social en su forma más urgente y aguda, que es la reforma de la propiedad, y este que llaman problema religioso, y que es en rigor la implantación del laicismo del Estado con todas sus inevitables y rigurosas consecuencias.
”Ninguno de estos problemas los ha inventado la República. La República ha rasgado los telones de la antigua España oficial monárquica, que fingía una vida inexistente y ocultaba la verdadera; detrás de aquellos telones se ha fraguado la transformación de la sociedad española, que hoy, gracias a las libertades republicanas, se manifiesta, para sorpresa de algunos y disgustos de no pocos, en la contextura de estas Cortes, en el mandato que creen traer y en los temas que a todos nos apasionan.
”Cada una de estas cuestiones tiene una premisa inexcusable, imborrable en la conciencia pública, y al venir aquí, al tomar hechura y contextura parlamentaria, es cuando surge el problema político. Yo no me refiero a las dos primeras, me refiero a esto que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica. El problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica el pueblo español.
”Yo no puedo admitir que a esto se le llame problema religioso. El auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia personal donde se formula y se responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino.
Este es un problema político, de constitución del Estado, y es ahora precisamente cuando este problema pierde hasta las semejas de religión, de religiosidad, porque nuestro Estado, a diferencia del Estado antiguo, que tomaba sobre sí la curatela de las conciencias y daba medios de impulsar a las almas, incluso contra su voluntad, por el camino de su salvación, excluye toda preocupación ultraterrena y todo cuidado de la fidelidad y quita a la Iglesia aquel famoso brazo secular que tantos y tan grandes servicios le prestó. Se trata simplemente de organizar el Estado español con sujeción a las premisas que acabo de establecer.
”Para afirmar que España ha dejado de ser católica tenemos las mismas razones, quiero decir de la misma índole, que para afirmar que España era católica en los siglos XVI y XVII. Sería una disputa vana ponernos a examinar ahora qué debe España al catolicismo, que suele ser el tema favorito de los historiadores apologistas; yo creo más bien que es el catolicismo quien debe a España, porque una religión no vive en los textos escritos de los concilios o en los infolios de sus teólogos, sino en el espíritu y en las obras de los pueblos que la abrazan, y el genio español se derramó por los ámbitos morales del catolicismo, como su genio político su derramó por el mundo en las empresas que todos conocemos.
”España, en el momento del auge de su genio, cuando España era un pueblo creador e inventor, creó un catolicismo a su imagen y semejanza, en el cual, sobre todo, resplandecen los rasgos de su carácter, bien distinto, por cierto, del catolicismo de otros países, del de otras grandes potencias católicas; bien distinto, por ejemplo, del catolicismo francés; y entonces hubo un catolicismo español, por las mismas razones de índole psicológica que crearon una novela y una pintura y un teatro y una moral españoles, en los cuales también se palpa la impregnación de la fe religiosa.
”Y de tal manera es esto cierto que ahí está todavía la Compañía de Jesús, creación española, obra de un gran ejemplar de la raza, y que demuestra hasta qué punto el genio del pueblo español ha influido en la orientación del gobierno histórico y político de la Iglesia de Roma. Pero ahora la situación es exactamente la inversa.
”Durante muchos siglos, la actividad especulativa del pensamiento europeo se hizo dentro del cristianismo, el cual tomó para sí el pensamiento del mundo antiguo y lo adaptó con más o menos fidelidad y congruencia a la fe cristiana; pero también desde hace siglos el pensamiento y la actividad especulativa de Europa han dejado, por lo menos, de ser católicos; todo el movimiento superior de la civilización se hace en contra suya y, en España, a pesar de nuestra menguada actividad mental, desde el siglo pasado el catolicismo ha dejado de ser la expresión y el guía del pensamiento español.
”Que haya en España millones de creyentes no os lo discuto, pero lo que da el ser religioso de un país, de un pueblo y de una sociedad no es la suma numérica de creencias o de creyentes, sino el esfuerzo creador de su mente, el rumbo que sigue su cultura.
”Por consiguiente, tengo los mismos motivos para decir que España ha dejado de ser católica que para decir lo contrario de la España antigua. España era católica en el siglo XVI, a pesar de que aquí había muchos y muy importantes disidentes, algunos de los cuales son gloria y esplendor de la literatura castellana, y España ha dejado de ser católica, a pesar de que existan ahora muchos millones de españoles católicos y creyentes.
”¿Podía el Estado español, podía algún Estado del mundo, estar en su organización y en el pensamiento desunido, divorciado, de espaldas, enemigo del sentido general de la civilización, de la situación de su pueblo en el momento actual? No. En este orden de ideas, el Estado se conquista por las alturas, sobre todo si admitimos que lo característico del Estado es la cultura.
”Los cristianos se apoderaron del Estado imperial romano cuando, desfallecido el espíritu original del mundo antiguo, el Estado romano no tenía otro alimento espiritual que el de la fe cristiana y las disputas de sus filósofos y de sus teólogos. Y eso se hizo sin esperar a que los millones de paganos, que tardaron siglos en convertirse, abrazaran la nueva fe.
”Cristiano era el Imperio romano, y el modesto labrador hispanorromano de mi tierra todavía sacrificaba a los dioses latinos en los mismos lugares en que ahora se alzan las ermitas de las vírgenes y de los cristos. Esto quiere decir que los sedimentos se sobreponen por el aluvión de la historia, y que un sedimento tarda en desaparecer y soterrarse cuando ya en las alturas se ha evaporado el espíritu religioso que lo lanzó.
”Estas son las razones que tenemos para exigir como un derecho y para colaborar a la exigencia histórica de transformar el Estado español, de acuerdo con esta modalidad mueva del espíritu nacional. Y esto lo haremos con franqueza, con lealtad, sin declaración de guerra; más bien al contrario, como una oferta, como una proposición de reajuste de la paz.
”Nosotros tenemos, de una parte, la obligación de respetar la libertad de conciencia, naturalmente, sin exceptuar la libertad de la conciencia cristiana; pero tenemos también, de otra parte, el deber de poner a salvo la República y el Estado. Estos dos principios chocan y de ahí el drama que, como todos los verdaderos y grandes dramas, no tiene solución.
”Este es el punto de vista de Acción Republicana, que no tiene por qué disimular ni su laicismo ni su radicalismo constructor ni el concepto moderno que tiene de la vida española, en la cual de nada reniega, pero que está resuelta a contribuir a su renovación desde la raíz hasta la fronda, y que además supone para todos los republicanos de izquierda una base de inteligencia y colaboración, no para hoy, porque hoy se acaba pronto, sino para mañana, para el mañana de la República, que todos queremos que sea tranquilo, fecundo y glorioso para los que la administren y defiendan.”